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“La patología del mandatario” una columna de Sergio Reyes Tapia

Por: Sergio Reyes Tapia / Periodista / Editor general de prensa radio Nuevo Mundo.

Una vez más, la máxima autoridad del país trata de minimizar el impacto político-comunicacional de su discurso machista. Como si sus “chistes” tan recurrentes no tuvieran un impacto negativo en la sociedad, alega y dice: “que ahora no se puede decir nada a nadie. Nos estamos poniendo demasiados serios”, advierte.

El “inocente” de Piñera molesto dice que: “lo importante es que la relación entre los seres humanos no se transforme en algo tan formal, como si fuéramos extraños, desconocidos”, en otras palabras vendrán más de sus chistes machistas.

Lo que está haciendo el mandatario es poner en duda los hechos de violencia, más allá de su interpretación legítima. Piñera devela que no cree en la existencia misma de la violencia de género.

Piñera no debe justificar con sus desacreditaciones y opiniones el dolor, en forma física y sicológica, de la violencia que han vivido las mujeres a lo largo de la historia. Piñera desacredita los hechos con sus meras opiniones interpretativas.

La acción de Piñera muestra que posee un síntoma patológico, el cual tiene relación con otro hecho que por estos días ha sido tema de las agrupaciones defensoras de los Derechos Humanos y víctimas de la dictadura: el negacionismo histórico.

Efectivamente, en este tema de la violencia del Estado en dictadura, y hoy la violencia del jefe del Estado en sus chistes machistas, se dan las correspondencias de graves desacreditaciones del reclamo ciudadano al verse vulnerados sus derechos.

Piñera, la dictadura y la derecha, están acostumbrados a anular hechos graves que han ocurrido y están ocurriendo, y con declaraciones como: “que economía tan grande” de Pinochet o, “ya no se puede decir nada”, de Piñera, simplemente amplían las distancias para rechazar la violencia en contra del otro.

Si las mujeres del pasado criticaron a la dictadura, y las mujeres del presente critican a Piñera, es porque ejercen su derecho de elegir. Y ellas eligieron un país sin detenidos desaparecidos, y hoy eligen un país con menos crímenes en la relación de violencia intra-familiar.

Al elegir, advierten a Piñera, que colocar a las mujeres como cosas no son actos de creatividad o de iluminación como cree el mandatario, sino más bien es un negacionismo histórico. Ellas le advierten a Piñera de su encierro patológico destacado en la eterna sospecha, la misma de Pinochet.

El régimen de comunicación de Piñera no está en sintonía con su tiempo, y son las organizaciones feministas y ciudadanas quienes una vez más le recuerdan a Piñera que su viejo esquema de acción es calcado de la dictadura y debe terminar.

Piñera no debe seguir en su afán de reducir las políticas públicas hacia las mujeres en base a sus cálculos de intereses machistas, y que son medidos con esa vara mezquina.

El mandatario debe detener ese tipo jerárquico de construcción de la sociedad, que camuflada en las nuevas tecnologías de comunicación supuestamente horizontales, pretende, como señala Chantal Mouffe, crear ese terreno propicio para los movimientos políticos de extrema derecha, los mismos que mandan a un rincón a las mujeres.

Piñera prepara ese camino con su negacionismo histórico reafirmando identidades nacionales, reafirmando identidades de los buenos y los malos, religiosas u otras, y subvalorando el papel ciudadano, el papel de los movimientos sociales y el rol de la mujer, el mismo desprecio que se le ha visto al presidente electo de Brasil Jair Bolsonaro.

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