“La punzante costilla de Piñera en las demandas femeninas” una columna de Sergio Reyes Tapia

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Quién mejor que Sebastián Piñera para no entender a las mujeres, tras ese aire mesiánico que resalta en sus chistes machistas. Así por lo menos lo han señalado las personas que se han movilizado en las calles de Santiago.

Piñera denota en sus discursos  políticos-ideológicos los aspectos de propiedad y posesión  sobre “las otras” al referirse a las mujeres como “nuestras mujeres”, manteniendo los espacios de significación y de poder que las jóvenes repudian, y por lo que están luchando.

Así Piñera vuelve a confundir su rol y el de las mujeres en el hacer social y político, y sitúa a la mujer como un apéndice del hombre, o la mítica costilla de Adán.

Lo anterior saltó a la vista cuando el mandatario increpó a la presidenta de la Cámara de Diputados, Maya Fernández, tras la cuenta pública. Piñera trató de relegar a la diputada en su condición de mujer, a la categoría de “creada”, y factible de volver a ser moldeada para recién ser escuchada.

Y cuando Piñera pretende moldear a la parlamentaria, y a través de ella a todas “nuestras mujeres”, y “a las otras”, lo que intenta hacer es “repararlas”, es decir, sacarlas del status de pertenencia, de dominio y de subjetividades que estas poseen. Por eso Piñera y su gobierno no pueden ni podrán insuflar las confianzas a los movimientos sociales feministas, porque a entender del gobierno, es el hombre quien detenta el poder, las subjetividades y no las mujeres.

Así queda claro que Piñera busca sabotear los intentos de las mujeres en sus tareas de libertad, de acceso a las decisiones, de acceso al poder. Lo que se pretende desde el gobierno es reconstruir las placentas para mantener el statu quo.

Tras este diagnóstico, nos quedan los espacios desgarrados de las mujeres que todos debemos recomponer, y no pretender recuperar los mínimos de machismo inculcados de nuestro propio producto que nos produce en tanto “Hombre”.

Edgar Morin lo manifestó de alguna forma cuando señaló que “todo lo que no se regenera, degenera”, es decir, nuestra convivencia humana debe necesariamente pasar por estos procesos, incluso si se quiere inverso; degenerándose para regenerarse, pero no pretender que el conservadurismo político, al que adscribe el mandatario, detenga los procesos sociales, en este caso el feminismo.

Piñera debe abandonar ese lenguaje de muerte que hace desaparecer la condición femenina y que permite y mantiene la constante inestabilidad entre el hombre y la mujer. Este no permite el crecimiento de la mujer en su condición.

Debemos abatir esos espacios que históricamente nos han permitido crecer y vivir de un “modo tal”, debemos dejar esos espacios, esas maneras, como lo aventuró Heidegger, en “ser para la muerte”; es decir aquello que nos mantiene en conexión con esos “modos”.

Por tanto, y ante el nuevo arrojo de libertad de las mujeres, Piñera, su gobierno y sus leyes, no pueden encadenar al Prometeo que ellas representan y apagar la luz de leyes sociales que venían en marcha, como el aborto en las tres causales.

Piñera no puede expulsar a las mujeres del “paraíso” de sus demandas. Las mujeres no lo permitirán.