“Las torsiones machistas de la televisión” una columna de Sergio Reyes Tapia

Por: Sergio Reyes Tapia / Periodista / editor general de prensa radio Nuevo Mundo.

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El mundo nuevamente está viviendo una ola de movilizaciones y exigencias sociales muy mediáticas, muchas de ellas sustentadas y altamente valoradas por la población, al mismo tiempo hay otros llamados que no han tenido más repercusión que una cadena de oración por WhatsApp, pero a pesar de esto, habrá aún más marchas, para todos los gustos y todas las  sensaciones.

La última movilización social llamada por los medios de comunicación como “feminista”, ha marcado un rumbo importante tras los crímenes en contra de niñas y abusos a jóvenes y mujeres adultas cometidos a través de los siglos. La naturalización de los actos delictivos fue un cómplice que permitió la invisibilidad del dolor y la soledad en una “espiral del silencio”, como advirtió Noelle-Neumann.

Lamentablemente, algunos medios de comunicación han mostrado la movilización feminista en un espacio circunscrito a las formas novedosas de protesta, de vestir, o de desnudez, como una finalidad en sí, y para sí; esto es muy desmerecedor para los movimientos sociales porque no permite conectarlas o trascenderlas con las demandas generales de la población, visibilizarlas, y que se puedan transformar los espacios culturales de significación -patriarcado, machismo- en valores sociales de connotación radical femenina.

En esto, los medios de comunicación tienen una real importancia porque más que exponer el fondo de la molestia ciudadana, nos muestran a unas personas encerradas en un espacio delimitado, protestando bajo una estética regida por la teatralidad, y que crece bajo el amparo de la mediatización, ofreciendo desde ese punto de vista mediático, apariencias sensibleras. Así, el producto entregado por los medios debe ser interpretado a partir de las sensaciones que el propio televidente mira y auto-recrea; y por qué, porque no se entregan contextos que lo hagan legible de acuerdo a los campos actuales de la comunicación presentista.

Nietzsche lo dice claramente en Sobre verdad y mentira en sentido extra-moral: “los sujetos se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe formas, su sensación no condice en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas”. Los medios no muestran ni crean conocimiento de la histórica lucha social de la mujer, de cómo han ido acabando con la opresión, los medios audio-visuales no articulan con los testimonios presentes las formas de ese conocimiento femenino que ha dicho basta en incontables momentos legendarios.

En los lenguajes de las marchas feministas mostrado por los medios audio-visuales no hay dolor ni lenguaje de inmolación, tampoco hay cuerpos perecederos, más bien un espectáculo carente de la agonía de las cientos de miles de mujeres que fueron sacrificadas a lo largo de la historia.

El mercado y la espectacularización de la noticia están mostrándonos fetichismo. Tal vez ese es el fin de los medios audio-visuales en este punto presente de la historia.

Y para colmo, esta imagen muchas veces es re-explotada y vuelta a abusar por los medios masivos que muestran las selfie, tomadas por las propias marchantes, como el arte de la muestra del dolor íntimo, ¡pero convertido en espectáculo!

Lo visualizó Benjamin en el siglo pasado, y también lo advirtió Rancière, el arte y la política pueden intervenir en los espacios comunes de construcción social, por eso hoy ese poder lo banaliza, lo espectaculariza.

Por tanto, podría ser aplicable en estos casos en donde las marchas y movilizaciones sociales sólo queden en la propaganda o la simple denuncia, y prevalezca ante la condición política de un cambio radical para los espacios de convivencia entre seres humanos.

Los movimientos sociales deben estar en una relación implícita, cómplice con la política, para transformar los espacios públicos y los íntimos.