“Piñera no sabe cambiar pañales” una columna de Sergio Reyes Tapia

Escuche columna: 

 

La vida íntima de un viejo de la población es recordar su pasado y mirar en el presente su olvido involuntario, y ese presente de extravíos de enfermedad que es atendido por la familia, carece de pensamiento crítico, sólo hay espacios de adoración a quien tiende la mano  solidaria.

Piñera tras su cuenta pública de éste 1 de junio, no ofreció a los ancianos esa mano que pudo ser solidaria. Sólo nos anunció que aumentará las cotizaciones de todos para tener una supuesta mejor vejez.

El mandatario dejó muy claro que en derechos humanos y responsabilidades sociales no desea estar a la estatura de un estadista, porque ya está comprometido con los grandes empresarios, en todo caso era una situación esperable desde el momento que decide retirar el proyecto de reforma previsional del anterior gobierno, el que otorgaba la calidad constitucional al Consejo de Ahorro Colectivo, instancia que permitía avanzar notablemente en el apoyo a los pensionados.

Un mensaje presidencial que muestra abiertamente que Piñera y su gobierno está predispuesto por la “globalización de la indiferencia”. La advertencia que nos hizo el Papa Francisco, primeramente alcanzó al mandatario.

Y nos dimos cuenta en su mensaje, tal cual señalaron Duch-Chillón: “ese aire tóxico que se respiraba en todos los ámbitos sociales”, por la reducción del sentido humano que hace Piñera y que lo asocia al emprendimiento. ¡Piñera, no todos los ancianos pueden emprender! Los viejos apenas pueden cambiar sus pañales.

Sólo así y ante sí, el gobierno de Piñera nos ha convocado a la mutación de Kafka para no  reflejarnos como sociedad, y sólo permite que una vez más los impunes de siempre vuelvan a dejar en el olvido a la sociedad de los viejos, de los niños, de las mujeres, de los estudiantes tras un escuálido informe al país, en donde no se reflejó ese mundo de los abuelos que levantan sus manos para afirmarse del aire porque sus piernas son blandas en el caminar.

Las expectativas que tenían los ancianos pensionados y jubilados se vinieron abajo, pero ellos saldrán con sus bastones una vez más a las calles tras la exclusión de Piñera. Los y las ancianas no permitirán que la lacra de la indiferencia destruya sus identidades avejentadas.

Estos adultos mayores, que en un tiempo construyeron sus espacios de significaciones, de identidades presentes y futuras, ven el largo camino transitado al mirar hacia atrás. Ellos son los caminantes de un otoño e invierno que comienza a moldearse en los frágiles huesos, poco resistentes, como la camisa y el pañuelo de algodón.

El mensaje de Piñera es no entender a esos viejos que ayer cambiaron pañales, y que reían al ver aquella nueva vida en sus manos solidarias, y que hoy ven cómo la existencia inicia su retorno esperando que sus pañales sean cambiados. Esa fraternidad de memoria no les será arrancada.

Piñera no logró comprender ni tomar el caminar silencioso, de profundidad reflexiva que tienen los viejos, y ni siquiera alcanzó la certeza que ellos poseen cuando descubren que pronto dejarán de ser una persona, y que partirán al recuerdo de los que le seguirán más adelante.

Queda claro entonces que Piñera jamás cambió los pañales a sus hijos, menos a sus viejos, si así fuera, la historia en la cuenta pública sería distinta.